Con el siempre oportuno pretexto del Día de Muertos, se me ocurre abrir el tema de las leyendas roqueras fallecidas, ya sea en circunstancias extrañas, escandalosas y, en una de esas, hasta ridículas. |
| |
De por sí, el tema de la muerte resulta a veces incómodo. El ser humano no suele tolerar la idea de ya no existir, por lo que la evade, la niega o incluso cree en segundas vidas después de morir. Los suicidas en cambio, ven la muerte como una salida a la desesperanza. En fin, cada quien la entiende a su manera. El rock por su parte, comúnmente ha visto sucumbir a sus estrellas de manera trágica. Desde los pioneros musicales como Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, fenecidos en un accidente de avión, hasta John Bonham de Led Zeppelin o Bon Scott de AC/DC, víctimas de sus excesos, ahogados en su propio vómito. Tristemente célebres fueron los casos de John Lennon, asesinado a tiros afuera de su departamento por David Chapman así como Kurt Cobain, quitándose la vida de un escopetazo, aunque todavía hay quien defiende la teoría del complot de Courtney Love...
Similares suspicacias provocó el deceso de Jim Morrison, sin autopsia y declarado oficialmente muerto por paro cardiaco en su bañera. Para Sam Bernett, autor del libro The End, el poeta “murió de sobredosis de heroína en los baños del club parisino Rock and Roll Circus”. Philip Steele, escritor de la novela biográfica City of Light, nunca estuvo de acuerdo con esta versión. Para otros más, el Rey Lagarto sigue vivo. Más extravagante fue la muerte de Michael Hutchence, vocalista de INXS, ahorcado con su cinturón en un hotel de Sydney, Australia, en 1997. Todo pareció indicar que se trató de un suicidio involuntario, cuando se masturbaba excitado por el placer masoquista que le provocaba la autoasfixia. Se sabía también que consumía Prozac en grandes cantidades. El que sin duda se quitó la vida por voluntad propia fue Ian Curtis, afectado emocionalmente por sus ataques de epilepsia y su repentino divorcio. Pereció colgado en la cocina de su casa, mientras escuchaba The Idiot, disco de Iggy Pop. En la película Control, el director Anton Corbijn recrea los últimos momentos de la cavernosa y atormentada voz de Joy Division...
Menos solemne y hasta irónico fue el deceso de Keith Moon, baterista de The Who, quien murió dormido tras ingerir pastillas que le habían recetado para dejar de beber. Tétrica coincidencia, pues Cass Elliot, cantante de The Mamas and The Papas, murió en la misma cama del departamento que les prestaba Harry Nilsson, amigo de ambos artistas. Ridícula fue la manera en que una chicas trataron de reanimar a Billy Murcia (New York Dolls) desmayado luego de una noche repleta de drogas y alcohol. Colmaron su garganta de café, hasta que lo ahogaron. También Sam Cooke, intérprete de soul y gospel, al parecer baleado mientras era perseguido por el esposo de su amante. Otros roqueros que se nos adelantaron en el camino de manera trágica:
|